viernes, 8 de febrero de 2008

La pregunta como fuente de conocimiento (TN)

1er Registro

El encuentro comenzó a las 18.30 y, después de la presentación de las profesoras, ayudantes y dos representantes de la Junta (Profs. Isabel Vasallo y Silvia Seoane), se propuso a los ingresantes la primera actividad, también de presentación. Se les pidió que escribieran la última pregunta que le harían a sus compañeros para conocerlos, la más disparatada. Algunos prefirieron las preguntas más convencionales, como “¿por qué elegiste esta carrera?” o “¿A qué venís acá?”, algunos tratando de saber, también, por qué lo hacían, a pesar del calor. Muchos se animaron a hacer preguntas un poco más personales, y preguntaron sobre temas como cuidado e higiene personal (como “¿hace cuanto que no te bañás?”, “¿de qué color es el jabón de tu baño?” o “¿Qué método usás para depilarte?”), estado civil y seriedad del asunto (tales como “Si estás actualmente en pareja, ¿aceptarías una cita conmigo?” o “¿Cuál fue la noche más loca que tuviste en tu vida?”) y otras más relacionadas con el gusto personal, como “¿Lloraste con la película “Bambi”? o “¿Alguna vez te enganchaste con un programa de Cris Morena?”. Intercambiaron las preguntas, las contestaron y las comentaron con sus compañeros de grupo.
Luego se habló acerca de la actividad de preguntar, cuál es su sentido. Algunas de las respuestas fueron: “es la aceptación de un desconocimiento”, “es el principio de una búsqueda”, “una forma de comunicarse”, “es lo que somos, es lo que nos constituye”. Más tarde se leyó, en pequeños grupos, el texto de Jean-François Lyotard tomado de ¿Por qué filosofar? Cuatro conferencias: “por qué desear?”, y se comentó entre todos. Algunas de las respuestas a “¿por qué desear?” fueron: “avidez de conocimiento”, “el deseo parte de un conocimiento previo”, “hay deseos vitales y sociales”, “es una necesidad intelectual”, “es por curiosidad”, “el deseo es inasible”, “el deseo es algo que nunca se alcanza, se desvanece cuando se está por concretar, nunca se alcanza el bien que se buscaba”. Gabriela preguntó: ¿la literatura es maravillosa o somos nosotros los que la hacemos maravillosa?: “ambas, ¿por qué una?”, “somos nosotros”, “tiene que ver con las condiciones en las que uno lo define” “es una interacción entre sujeto y objeto, en la que ambos se modifican”, “en la literatura no cambia lo que está escrito”, “Sí! En la interpretación!”.


Recreo

Después del recreo, los ingresantes se repartieron en grupos con las ayudantes y realizaron un recorrido por el instituto, con la consigna de tomar nota de aquellas preguntas que le suscitaba la recorrida. Muchos no esperaron a volver al aula para hacerlas, y las hicieron durante el recorrido. Las inquietudes más frecuentes tuvieron que ver con cuestiones administrativas (inscripción a materias, equivalencia con otras instituciones, cantidad y duración de materias, funciones de secretaría y bedelía), otros preguntaron acerca de algunos espacios, como las carteleras, los baños y la biblioteca.

De vuelta en el aula, se preguntó a lo ingresantes qué eran los datos personales: “principales referencias”, “presentación”, “identificación social”, “DATOS de la persona”, “individualidad”. La coordinadora preguntó cuándo aparecían: “para un trámite”, “en el currículum”, “levante”, “cuando conocés a alguien”, “cuando te para la policía”, “presentación”, “son subjetivos, pueden entenderse de otra manera más que nombre y apellido”, “varían según la situación”, “pueden decir algo de uno”, “no sirven para conocerse”. Se lee en voz alta “Datos personales” (en el cuadernillo) y se comenta: “los datos son campos obligatorios”, “son convenciones”, “te llevan a la reflexión a vos mismo, según donde te los pidan”, “son piezas de información muy funcional, se necesitan para un objetivo en particular, descarta lo que es más valioso para uno, porque es muy funcional”, “es como un código de barras, una información muy superficial”, “tienen que ver con la pregunta. Los datos son subjetivos, y una pregunta puede generar muchas cosas que hemos vivido”.

Luego se pasó a la consigna de escritura, en la que se pidió a los ingresantes recuperar un recuerdo de una primera lectura, de una escena, de algo que pensaran que había tenido que ver con sus elecciones. Se leyeron, después, algunos de los relatos (transcribo sólo algunas frases):

“los libros hacen algo más que amontonar palabras”, “enseñar es la mejor forma
de ayudar a cambiar”, “Me vi a mí mismo (cuando leí “El túnel)”, “maestros y
profesores que me enseñaron otras interpretaciones”, “inmortalizarme en la
enseñanza”, “la palabra escrita es eterna”, “pretendo dejar una huella en este
mundo”, “jugaba (a la maestra) porque no podía estudiar”, “salida laboral más
firme que el simple deseo de escribir”, “en un viaje noté que había muchas
formas de decir lo mismo, en el mismo idioma… y era una intriga que valía la
pena descifrar”, “me dieron un trabajo sobre Pizarnik y me enamoré de las
letras: comprendí que no quería hacer otra cosa más en mi vida. Escribir, leer.
Nada más”, “quiero dejar en el otro la misma huella que dejaron profesores y
maestros en mí”.

Aparecieron muchas escenas relacionadas con docentes, y una cantidad también grande de relatos que evocaban algún libro en particular (algunos títulos: Shunko, Martín Fierro, Operación masacre, El túnel, Demian y Hamlet; y Dostoievski, Bécquer y Pizarnik, entre los autores)
Más tarde se leyeron algunas de las preguntas que habían surgido durante el recorrido por el edificio: “¿por qué no cuidamos lo que amamos? ¿por qué está tan sucio?”, “¿es un lugar amado?”, “¿qué arquitecto lo construyó?”, “¿cuántos matafuegos hay?”, “¿hay salidas de emergencia?”.

Luego se leyó el poema “Para leer en forma interrogativa”, de J. Cortázar; Gabriela propuso a los ingresantes poner en forma interrogativa sus producciones para el próximo encuentro, y finalizó la reunión.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy alumno de turno noche. Me quedé con ganas de hacer una pregunta, y como ya se viene el fin de semana, antes de quedarme con las ganas de preguntar, hago la pregunta por acá, por más que sea algo carente de respuesta.

Si existe sólo una realidad y después se le dan diversas interpretaciones, ¿qué pasa con Borges y su sueño de sentirse soñado por alguien, o su dudar de si está soñándolo todo? ¿Dónde está la realidad de la que escriben los historiadores entonces? Dudo.

Saludos, las dos clases fueron buenísimas.

Curso de ingreso dijo...

Guillermo GONZALEZ dijo:

Las contradicciones de Lyotard

En la primera lectura de EL CUADERNILLO me tropecé con uno de esos intelectuales que se hacen preguntas como ¿por qué desear?...¿para qué filosofar?....donde, infaltablemente, hace su “aporte al saber universal”, por decirlo de alguna manera. Para mi gusto, un poco más de charlatanería de academia.

Por ejemplo, dice que la gente común no tiene preocupaciones filosóficas…¿no me digas, franchute, así que la gente no se pregunta todos los días para qué vino al mundo, que es la vida, que es la muerte, porqué hay que trabajar, que es la verdad, que es la democracia?

Seguramente el pensador se referirá a la Filosofía de Cátedra, esa de la que conversan algunas elites autocaratuladas de “científicas”. Así piensan muchos profesores que convierten a sus alumnos universitarios, de filosofía, de letras, de abogacía, de ingeniería, de medicina, en los arrogantes engranajes del sistema.

Y cae en contradicciones, primero dice que el deseo no se explica por el principio causa-efecto y luego se contradice cuando señala que el deseo es “….el movimiento de algo que va hacia lo otro....”para luego preguntar “….¿que lo provoca”…y responde “…la ausencia de la presencia…”, o sea, hay una causa que provoca un efecto. En fin, palabra más palabra menos, muy ocurrente el franchute, pero mucho chamuyo al cuete……

Curso de ingreso dijo...

ANA PINTO SOZA (TN)

Recuerdo que en la primaria ya había adquirido el gusto por leer los cuentos que nos daban, al igual que sucedió en la secundaria. Y más me gusto, cuando en esta última tuve a una profesora que hizo que yo sintiera entusiasmo por la literatura, eso fue en primer año para ser más precisa. Siempre que teníamos algún trabajo o lectura lo realizaba con mucha satisfacción e incluso me iba mejor que en otras materias. Uno de tantos trabajos, recuerdo que fue un álbum que debía contener nuestros intereses, fotos, amigos, entre otros, el cual me resulto fuera de lo convencional. ¿Fue entonces cuando comencé a considerar la idea de profundizar mi amor por los libros? Creo que sí, o más bien, podría decirse cuando en tercer año de secundaria una nueva profesora , tan buena como la anterior , nos dio para leer la novela Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez. Creo que esta última resultó ser la detonante para que mi pasión por la literatura aumentara y considerará dedicarme a ello.

Curso de ingreso dijo...

NICOLÁS FERRAIOLO DIJO:

Presentación:

Toda mi vida creí sentirme incomprendido hasta aquel día, y no por vanidad, sino por –ahora lo veo- cierta timidez o –para ser más agresivo- cierta incapacidad para expresarme. Y digo “toda mi vida” porque uno en el mundo vive muchas vidas en una, cosa que descubrí a partir de aquel día de verano donde todo cambió, tanto yo como mi forma de ver las cosas: un cambio de vida en la vida.

El acontecimiento parece simple: un joven que, por alguna extraña razón, se acercaba a los libros y, por otra aún más extraña, los rechazaba a las pocas páginas, hasta que por otra aún más extraña razón logró aventurarse a una novela.

¿Se entenderá el haber vivido aprisionado, sólo alrededor de mucha gente y ser liberado por un pedazo de papel? La novela fue El Túnel, de Sábato. La leí un sábado a la noche. Ese día, donde todos salen a llenar los vacíos con lo que sea, yo hice un viaje mucho más lejano a un lugar donde desconozco si todos llegan: los oscuros pasajes de la conciencia. Ese día lloré página por página y es hasta hoy que lo recuerdo como un nacimiento doloroso, como una linterna que ilumina los ojos encerrados durante años.

Lo que descubrí aquel día fue un tesoro, un acercamiento a la vida de la que cada vez me sentía más distante. Y antes de acostarme y enjugarme las lágrimas, algo cruzó por mi mente: darle la posibilidad a los demás desamparados seres de conocer lo que en verdad puede llegar a ser la literatura: una fiel y atenta compañera de viaje.



En forma interrogativa:



Toda mi vida creí sentirme incomprendido hasta aquel día, (¿no por vanidad?), incomprendido por –ahora lo veo- cierta timidez o –para ser más agresivo- cierta incapacidad para expresarme. ¿Y digo “toda mi vida” porque uno en el mundo vive muchas vidas en una?, de ser así podría decirse que todo cambió aquel día, tanto yo como mi forma de ver las cosas: ¿un cambio de vida en la vida?

El acontecimiento parece simple: un joven que, por alguna extraña razón, se acercaba a los libros y, por otra aún más extraña, los rechazaba a las pocas páginas, hasta que por otra aún más extraña razón logró aventurarse a una novela.

¿Se entenderá el haber vivido aprisionado, solo alrededor de mucha gente y ser liberado por un pedazo de papel? La novela fue El Túnel, de Sábato. ¿La leí un sábado a la noche? Le pregunto a mi memoria y no responde, respetaré pues el vago ruido de mi cabeza que me dicta esa fecha, ya que no tengo nada más datos para recordar. ¿Aquella noche, donde todos salen a llenar los vacíos con lo que sea, yo hice un viaje mucho más lejano a un lugar donde desconozco si todos llegan: los oscuros pasajes de la conciencia?. Apenas recuerdo, ¿lloré página por página? y es hasta hoy que dudo si lo recuerdo como un nacimiento doloroso, como una linterna que ilumina los ojos encerrados durante años.

¿Lo que descubrí aquel día fue un tesoro, un acercamiento a la vida de la que cada vez me sentía más distante? Solo se que antes de acostarme y enjugarme las lágrimas, algo cruzó por mi mente: darle la posibilidad a los demás desamparados seres de conocer lo que en verdad puede llegar a ser la literatura: ¿una fiel y atenta compañera de viaje?